lunes, 9 de abril de 2012

On the Road

Por primera vez en mi vida, he conducido!
Han sido los 300 metros más emocionantes de mi vida.
De camino al chalet del Señor-Padre-de-mi-Hermana, en una carretera secundaria me dejaron sentarme al volante. Se suponía que al ser vacaciones no habrían muchos coches así que me presentaron a Mister Acelerador, Mister Freno y Mister Embrague.

Y ahí iba yo a la marcheta, tomando las curvas con un arte muy mío, a la velocidad de una tortuga marina con ventosas en las patas...
La señora Madre empieza a ponerse nerviosa porque detrás de mí hay un coche, pero yo y el SPdeMH no, así que mientras no haya que cambiar de marcha, yo sigo.

Al ratillo me dicen que pise el embrague y frene.
Yo piso a fondo ambos pedales. Bien a fondo. En plan, pego un frenazo de esos que te sacan el higado por la boca. El SPdeMH se ríe y me dice que suelte todos los pedales y le deje conducir porque estamos haciendo un poco de tapón.

Como yo soy muy obediente, levanto los pies como si acabara de pisar una caca. Obviamente el coche se cala.
Miro hacia atrás y veo el coche que nos seguía, que casi nos da un golpe por detrás debido al mini frenazo que he pegado. Decido que sería más conveniente cambiarme de asiento sin salir del coche... más que nada porque me da vergüenza. El coche nos adelanta y pone cara de … “anda que...... ya os vale ¬¬”

Nos adelantan no sólo un coche, sino cinco. Quizás si lo llego a saberlo me habría puesto un poco nerviosilla.

Pero oye, yo me he visto bien.

Me gustan los coches ^^

sábado, 7 de abril de 2012

Renovar o Morir

Hace unos días tomé una decisión.
Una decisión importante.


Me corté el pelo. Mucho. Muchísimo. ¡Demasiado!

En realidad yo no decidí nada. Mi pelo estaba más largo que nunca y más estropeado que un estropajo oxidado.
Pero me daba igual, estaba largo, y rubio. Pero sobre todo largo.

Nunca he soportado la idea de tener el pelo corto, toda la vida lo he llevado corto y lo odiaba. Así que a partir del día que pude elegir cómo cortármelo decidí simplemente, no hacerlo. Dejarlo crecer y soñar con pisármelo un día. El problema es que ese día no llegaba nunca... Mi cabeza no daba más de sí, se había quedado hueca, (se ruega no hacer chistes sobre la oquedad de mi cabeza, gracias)

El caso es que el miércoles fui a la peluquería con la idea de cortarme un poquito, más que nada para ver si así se animaba la cosa un poco y echaba a crecer. Como aquél que poda un árbol, vamos.
Ilusa...
Acabé más esquilada que una oveja. Snif.

Cuando la peluquera me vio el pelo y le dije que me lo quería cortar un poquito me dijo... ”Sólo 4 dedos, confía en mí..”

Y eso hice... confiar... yo la veía cortar 4 por aquí, cuatro por allá...
Yo creo que su lógica fue 4x4, 16? Pues a cortar 16 dedos!!!
Y eso hizo... y tanto que lo hizo...
Cuando me secó el pelo mi cabeza había perdido tanto peso que se me iba de lado.

El corte no está mal, imagino que cuando crezca, tomará un poco de forma... ahora mismo no parezco mas que un león travesti.
Pero está suaviiiiiitooo... da gustirrinín tocarlo. Me gusta :)

En fin... si algo he aprendido, es que si una persona es peluquera, es porque muchas matemáticas no debe haber estudiado.





Pd: Le dedico este post a mi tía, que nunca se cansa de animarme a escribir y eso me encanta, y que además siempre me deja comentarios bonitos :) cosa que me encanta todavía más!

domingo, 1 de abril de 2012

La Memoria, con mayúscula.

Voy a hablaros de mi mayor miedo, mi fobia a olvidar...
Ahora mismo me siento un poco vulnerable, porque bueno, he aprendido a vivir con ello pero es algo que tan abiertamente no he hablado con nadie antes.

Desde pequeñita siempre me ha preocupado el pasado. En el sentido de ¿quién se va a acordar de que ha pasado ésto o lo otro? Porque yo me acuerdo. Me acuerdo has de las tonterías más insignificantes y mis padres alucinaban cuando les contaba cosas de las que ni ellos mismos se acordaban antes de haberlas nombrado yo.

Ésto es algo de lo que soy consciente desde hace relativamente poco. 
Tengo montones de diarios que escribía cuando era niña, y que no son los típicos diarios donde escribes que te has cruzado con el chico que te gusta en el patio, o que la profe es una petarda porque no te deja usar rotuladores...
En mis diarios, yo escribía que hacía sol, que mis zapatillas eran rojas, que un bicho me había recordado a otro bicho que había visto el verano pasado cuando estaba de vacaciones, que el conductor del autobús llevaba la camisa al revés y olía a regaliz... que a un chico de clase se le había explotado el tippex en la boca y parecía un perro rabioso porque además de escupir blanco lloraba porque le daba asco y le decían que se iba a morir porque el tippex es tóxico, que a mi compañera de mesa se le cayó un diente cuando le lanzaron una pelota de baloncesto en la cara, y que en vez de llorar se puso contenta porque el ratoncito perez iba a cambiarle el diente por dinero (a lo que yo añadía: “Esta niña es tonta... no sabe que el ratoncito Perez no existe, pero yo lo sé porque me lo han dicho...”)...

Hace un par de años o tres, nos mandaron un trabajo para clase, teníamos que escribir nuestra autobiografía. Y fue la única vez en mi vida que me ilusioné por hacer un trabajo.
Empecé a escribir... y a escribir... y a escribir... iba recordando año tras año lo que había vivido, desde el día en que me hicieron una cicatriz en la cara cuando aún iba a la guardería y ni siquiera hablaba, hasta lo que ni siquiera había ocurrido todavía.
Me dio mucha rabia tener que acortarla e ir saltándome cosas ya que para mí hasta el recuerdo más insignificante era crucial. En fin, una vez entregada mi autobiografía supe que aunque nadie me lo hubiera pedido, la habría escrito igual. Porque son cosas que no se deben olvidar.

Todo esto me lleva a hablaros de mi afición por la fotografía, que no es más que una excusa para que todo quede grabado. Ahora tengo los medios de no solo recordarlo yo, sino de que otros también lo recuerden.

Si algún día, por cualquier cosa yo perdiera la capacidad de recordar, confío en que vivir lo que para mi “YO vacío” sería una vida ajena lo más completa posible, fuera suficiente consuelo para seguir viviendo.
Es por eso, que cualquier objeto, cualquier palabra, cualquier canción es suficiente para guardarla conmigo. De hecho por eso lo guardo todo. Hasta el punto en que mi madre ha llegado a preguntarse si tengo síndrome de diógenes...

Puede que estéis pensando que vivo demasiado arraigada en el pasado, y puede que sea verdad. Pero no es lo que más me preocupa.
Hay algo que me inquieta todavía más.
Y es que el día que yo no pueda recordar estas cosas, no haya nadie para recordármelas. Con ésto quiero decir que siento la necesidad de hacer partícipes de lo que siento, lo que pienso y lo que hago, al mayor número de personas posibles para evitar que todo lo que he vivido y ha hecho que de alguna manera sea la persona que soy hoy, caiga en el olvido, ya que eso para mí significaría no ser nadie. 
Perdería mi identidad.