Hace unos días tomé una decisión.
Una decisión importante.
…
Me corté el pelo. Mucho. Muchísimo. ¡Demasiado!
En realidad yo no decidí nada. Mi pelo estaba más largo que nunca y más estropeado que un estropajo oxidado.
Pero me daba igual, estaba largo, y rubio. Pero sobre todo largo.
Nunca he soportado la idea de tener el pelo corto, toda la vida lo he llevado corto y lo odiaba. Así que a partir del día que pude elegir cómo cortármelo decidí simplemente, no hacerlo. Dejarlo crecer y soñar con pisármelo un día. El problema es que ese día no llegaba nunca... Mi cabeza no daba más de sí, se había quedado hueca, (se ruega no hacer chistes sobre la oquedad de mi cabeza, gracias)
El caso es que el miércoles fui a la peluquería con la idea de cortarme un poquito, más que nada para ver si así se animaba la cosa un poco y echaba a crecer. Como aquél que poda un árbol, vamos.
Ilusa...
Acabé más esquilada que una oveja. Snif.
Y eso hice... confiar... yo la veía cortar 4 por aquí, cuatro por allá...
Yo creo que su lógica fue 4x4, 16? Pues a cortar 16 dedos!!!
Y eso hizo... y tanto que lo hizo...
Cuando me secó el pelo mi cabeza había perdido tanto peso que se me iba de lado.
El corte no está mal, imagino que cuando crezca, tomará un poco de forma... ahora mismo no parezco mas que un león travesti.
Pero está suaviiiiiitooo... da gustirrinín tocarlo. Me gusta :)
En fin... si algo he aprendido, es que si una persona es peluquera, es porque muchas matemáticas no debe haber estudiado.
Pd: Le dedico este post a mi tía, que nunca se cansa de animarme a escribir y eso me encanta, y que además siempre me deja comentarios bonitos :) cosa que me encanta todavía más!
Guapaaaaaaaaaa
ResponderEliminar(y gracias por la dedicatoria)